¿Te acordás la primera vez que alguien te criticó tu cuerpo?
¿Te acordás la última vez que vos criticaste tu cuerpo?
Aquí no estoy para apuntar dedos ni hacerme la santa; eso sería una pérdida de tu tiempo y el mío también. Más bien, estoy aquí para contarte una historia que me pasó y esperando que eso te regale un espacio de reflexión y compasión.
Hace unos meses decidí que quería empezar a andar en bici con una guía más profesional y estructurado porque tenía una competencia acercándose y la verdad estaba asustada porque no tengo mucha experiencia (que por cierto cancelaron por la Pandemia). Antes de iniciar el proceso de entrenamiento me solicitaron ir a hacerme una revisión con una persona que marcó un antes y después en mi relación con mi cuerpo.
Durante la valoración (que fue extremadamente escasa y extraña) el profesional de la salud me dijo el primer comentario que me hizo “hervir” la sangre: “por fin, una nutricionista que predica con el ejemplo”. No te puedo explicar lo que sentí en ese momento y el montón de cosas que quería contestarle a ese comentario tan desagradable, poco humano y simplista. Sin embargo respiré y decidí ignorarlo para salir de ahí lo antes posible.
Luego de hacerme un análisis de mi composición corporal que NUNCA antes había visto se sentó y me dijo: “quiero que sepa que usted tiene el 99% de su grasa en su panza, sí esa que tiene abajo del ombligo, y sepa que esa grasa no se la va a quitar ni con una liposucción ni con ninguna dieta.”
En ese momento lo que sentí como si me acabaran de declarar una guerra contra mi cuerpo y mi única reacción fue luchar de vuelta y entonces contesté “tranquilo que yo amo mi panza y no tengo ni la mínima intención de cambiarla”. Obviamente hasta yo me sorprendí de mi respuesta, pero por supuesto que no iba a permitir que alguien desconocido hablara así de mi cuerpo.
¿Era cierto lo que dije? No sé, pero sin duda alguna te puedo decir que nunca había dicho ni pensado que amaba mi panza... claro que por muchos años había deseado que fuera diferente. Sin embargo, a partir de ese momento puedo decir que sentí una liberación inmensa, un profundo agradecimiento y cariño por mi panza. ¿Nunca más la he vuelto a criticar? Mentiría si dijera que es así, pero sí te puedo decir que al menos cuando me veo con ganas de criticarla, juzgarla o compararla me acuerdo de ese momento y más bien me permito acariciarla y hablarle bonito.
Sabemos que vivir en una guerra constante, ya sea con nuestro cuerpo, comida, hermanos, colegas o el mundo es simplemente agotador. Sabemos que vivir en guerra no nos trae más que nuevos problemas, más insatisfacción, más estrés y desconexión de nosotros mismos y nuestro propósito.
Por eso hoy quiero invitarte a que pares la guerra que tenés con tu cuerpo o con cualquier otra cosa, regaláte una pausa y evaluá:
- ¿Qué beneficios me ha traído vivir de esta manera?
- ¿Qué beneficios me traería parar la guerra?
En definitiva podemos ser nuestros mejores amigos o peores enemigos, la decisión está simple y sencillamente en nosotros. El mundo te podrá decir cómo “deberías de verte”, te podrá criticar cómo te ves, pero sólo VOS decidís cómo te hablás, qué te decís, qué permitís, a qué le ponés un alto definitivo y cómo querés vivir tu vida.
Si querés darte la oportunidad de cambiar este estado de guerra a uno de paz de invito a que revisés mi curso Recuperando el Placer de Comer haciendo click aquí. ¡Te va a encantar!
Con cariño,
Fran